El entorno empresarial actual, marcado por una intensa competencia global y el ritmo acelerado del cambio tecnológico y la adopción de tecnologías disruptivas por parte de las empresas e instituciones, ha elevado la innovación como una de las principales fuentes de ventaja competitiva. En este contexto, el capital intelectual de las organizaciones se convierte en un factor crítico, ya que abarca el conocimiento, las habilidades y las capacidades que permiten a las organizaciones crear valor y mantener su competitividad. Sin embargo, junto a los activos intangibles que conforman este capital, existen factores negativos o "pasivos intangibles" que pueden limitar el potencial innovador de las organizaciones.
En el presente artículo se examinará el concepto de pasivos intangibles en profundidad, su impacto en la innovación y el capital intelectual, y se analizarán enfoques estratégicos para minimizarlos. Además, se explorarán estudios de casos reales que demostrarán cómo las empresas gestionan estos pasivos para optimizar su rendimiento y posicionarse como líderes en sus respectivas industrias.
Los hallazgos sugerirán que la gestión efectiva de los pasivos intangibles está directamente relacionada con un aumento en la capacidad de innovación, resiliencia organizacional y sostenibilidad a largo plazo, destacando la necesidad de implantar sistemas de gestión sólidos para conseguirlo, como los Sistemas de Gestión de la Innovación, y el establecimiento de métricas estandarizadas para evaluar su impacto y facilitar la toma de decisiones estratégicas.
Siendo la innovación uno de los motores fundamentales del crecimiento económico y del desarrollo sostenible, y en un mundo donde la competencia es cada vez más intensa donde los ciclos de vida de los productos se acortan, las organizaciones se ven obligadas a adaptarse rápidamente y a maximizar sus capacidades.
La transformación digital y el auge de la economía del conocimiento han reconfigurado el paisaje empresarial. Según comentaba Drucker (1994)[1], la economía del conocimiento se caracteriza por un énfasis en el capital humano y los intangibles como principales fuentes de valor. En este entorno, los activos intangibles, como el conocimiento, la marca, las relaciones estratégicas y la propiedad intelectual, cobran una gran relevancia.
De acuerdo con un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2020)[2], en muchas economías avanzadas los activos intangibles representan una porción significativa del valor empresarial, y en sectores intensivos en innovación, su crecimiento incluso supera al de los activos tangibles. Este cambio en la estructura de valor refleja una transición hacia activos basados en el conocimiento, donde aproximadamente el 90% del valor de empresas de alta tecnología se atribuye a intangibles, especialmente en sectores como el de tecnologías de la información y las telecomunicaciones (TIC).
Los activos intangibles son, por tanto, fuentes clave de valor, pero es importante reconocer también los pasivos intangibles. Estos se refieren a factores negativos que pueden obstaculizar la innovación, como la resistencia al cambio, la tecnología obsoleta, la burocracia interna y la falta de alineación estratégica (Bontis, 1999)[3]. Una gestión ineficaz de estos pasivos puede erosionar el capital intelectual de la organización y limitar su capacidad de transformación (Kahn y Kahn, 2021)[4].
La gestión proactiva de los pasivos intangibles resultará clave, por tanto, para liberar el potencial de innovación dentro de las organizaciones. Al identificar y minimizar estos pasivos, las empresas podrán maximizar su capital intelectual y crear marcos de innovación más eficientes (An y Lee, 2020)[5]. Este enfoque estratégico permitirá a las organizaciones no solo mejorar su desempeño, sino también fortalecer su posición competitiva en un mercado global cada vez más exigente.
Este artículo tiene como objetivo revisar el estado del arte en la gestión de pasivos intangibles y su impacto en la maximización del capital intelectual. Se busca identificar y definir los principales pasivos intangibles que frenan la innovación, y evaluar el impacto de su gestión en la eficiencia y efectividad de la innovación y transformación dentro de las organizaciones. Al proporcionar una visión integral de estos conceptos y analizar su impacto, se pretende contribuir al desarrollo de un marco conceptual robusto que permita abordar de manera efectiva los desafíos asociados con la gestión de intangibles en el contexto de la transformación digital y la innovación.
El capital intelectual (CI) se ha convertido en un recurso clave para las organizaciones en el momento actual, donde la innovación y la capacidad de adaptación son fundamentales para el éxito. Este capítulo proporciona un marco teórico sobre el capital intelectual y los pasivos intangibles, estableciendo la base para entender cómo estos elementos se interrelacionan y afectan la capacidad innovadora de las organizaciones.
El capital intelectual se refiere a los activos intangibles de una organización que contribuyen a su valor y rendimiento. Según Dumay y Garanina (2021)[6], el capital intelectual incluye tres componentes clave: el capital humano, el capital estructural y el capital relacional. Estos elementos son fundamentales para la innovación, ya que permiten a las organizaciones desarrollar nuevas ideas, productos y servicios que pueden satisfacer las demandas del mercado.
El capital humano se refiere a las habilidades, conocimientos y experiencia de los empleados en una organización. Según recientes estudios, como el de Nieto y Fernández (2021)[7], el capital humano es clave para la innovación, dado que empleados altamente capacitados pueden identificar y aprovechar nuevas oportunidades. Invertir en formación y desarrollo profesional aumenta la capacidad de innovación, ya que el personal mejor preparado responde de manera más efectiva a las necesidades del mercado (Gupta y Bose, 2022)[8].
La relación entre el capital humano y la innovación ha sido analizada por diversos autores. Un estudio de Han y Li (2020)[9] concluye que el capital humano potencia la "capacidad de absorción" de una organización, o sea, la habilidad de identificar, asimilar y aplicar nueva información con fines comerciales. Esto facilita que las organizaciones puedan innovar al adaptarse rápidamente a cambios en el entorno (García-Pérez et al., 2022)[10].
El capital estructural incluye los sistemas, procesos y estructuras que soportan el funcionamiento organizativo. La infraestructura tecnológica y las prácticas de gestión del conocimiento son esenciales para la innovación, ya que favorecen la colaboración y la comunicación entre los empleados. Según Wu et al. (2020)[11], las organizaciones que establecen estructuras sólidas y procesos efectivos para la gestión de la innovación son más propensas a desarrollar nuevos productos y servicios.
La gestión del conocimiento es especialmente relevante en este contexto, ya que la capacidad de una organización para gestionar y compartir el conocimiento puede impulsar la innovación. Plataformas de colaboración y comunidades de práctica facilitan la generación y el intercambio de ideas, fomentando un entorno de trabajo que favorece la innovación (Dhamija et al., 2022)[12].
Por último, el capital relacional se refiere a las relaciones con partes interesadas externas, como clientes, proveedores y socios estratégicos. Estas relaciones facilitan el acceso a recursos y conocimientos externos, lo cual puede ser fundamental para la innovación (Pereira y Romero-Martínez, 2021)[13]. Además, el capital relacional contribuye a un entorno de confianza y comunicación abierta, facilitando la colaboración y la creación de soluciones innovadoras (Chesbrough, 2003)[14].
Los pasivos intangibles son factores que afectan negativamente el desempeño y la capacidad de innovación de una organización. A menudo, estos pasivos son subestimados en comparación con los activos intangibles, llevando a una gestión inadecuada y a una reducción del valor organizacional (Bontis, 1999)[3]. Según estudios más recientes, una gestión deficiente de pasivos intangibles puede limitar seriamente la capacidad de una organización para innovar y competir eficazmente en su sector (Fabling y Sanderson, 2021)[15].
Este apartado examina los diferentes tipos de pasivos intangibles y su impacto en la innovación.
La resistencia al cambio es un pasivo intangible que puede obstaculizar la innovación en las organizaciones. Kotter (1996)[16] señalaba que la cultura organizacional puede ser un gran impedimento para el cambio. Este fenómeno se debe, en parte, al miedo a lo desconocido: los empleados experimentan ansiedad por posibles alteraciones en sus roles, un temor que se intensifica con una comunicación poco clara de los líderes, generando desconfianza (Smith, 2020[17]; Brown et al., 2021[18]).
Esta falta de confianza en la dirección estratégica es otro factor clave. Si los empleados sienten que las decisiones de los líderes no están alineadas con los objetivos a largo plazo, es probable que se resistan. Martens y Carvalho (2019)[19] destacan que una comunicación efectiva y transparente puede ayudar a reducir esta resistencia, haciendo que los empleados se sientan parte del proceso de transformación.
Además, la percepción de pérdida de poder entre empleados en posiciones influyentes puede intensificar la resistencia, especialmente en estructuras jerárquicas rígidas donde la redistribución del poder se percibe como una amenaza (Allen et al., 2021)[20]. Este miedo puede llevar a conductas defensivas que obstaculizan la implementación de nuevas estrategias.
Vemos, por tanto, que la resistencia al cambio limita gravemente la capacidad de innovación de una organización, afectando su adaptación a desafíos externos y reduciendo la disposición de los empleados a adoptar nuevas ideas. Las empresas que no aborden esta resistencia corren el riesgo de estancarse, frustrando sus intentos de innovación por la oposición interna.
La burocracia interna puede ralentizar la toma de decisiones y limitar la agilidad de las organizaciones (Birkinshaw, 2009)[21]. Esta rigidez en los procesos genera un entorno en el que las ideas innovadoras deben atravesar múltiples niveles de aprobación. Cuando los trabajadores enfrentan barreras burocráticas, su proactividad disminuye, ya que perciben que sus ideas no serán recompensadas (Williams y Thompson, 2020)[22]. Esto afecta tanto la productividad como la motivación del personal.
La burocracia también impone un costo en términos de experimentación, ya que las empresas que promueven la innovación necesitan flexibilidad para probar nuevas ideas sin largos procesos de aprobación. En entornos rígidos, muchos proyectos innovadores no llegan a la fase de implementación, al ser descartados prematuramente (Tushman y O’Reilly, 2019)[23]. Este enfoque, orientado a la estabilidad y predictibilidad, tiende a penalizar las desviaciones de los procedimientos establecidos, generando una cultura adversa al riesgo (Jackson et al., 2021)[24].
En última instancia, la burocracia afecta la agilidad organizacional, lo que pone a las empresas en desventaja en un entorno empresarial dinámico. Las organizaciones con estructuras rígidas enfrentan ciclos de innovación más lentos y tienen dificultades para adaptarse a disrupciones tecnológicas o cambios en el mercado (Zenger y Folkman, 2020)[25].
La evolución tecnológica obliga a las organizaciones a actualizar constantemente sus sistemas y procesos para seguir siendo competitivas (Teece, 2010)[26]. Aquellas que dependen de tecnologías anticuadas encuentran dificultades para adaptarse rápidamente a las demandas del mercado y competir con empresas más ágiles que emplean tecnologías más modernas y disruptivas para optimizar sus procesos. La obsolescencia tecnológica afecta tanto a la infraestructura física (hardware) como al software y los sistemas de información. Esto genera una brecha tecnológica que impacta negativamente la eficiencia operativa, la competitividad y la reputación de la marca (Kaplan y Norton, 2004[27]; Sousa y Rocha (2019)[28]).
Las tecnologías obsoletas no solo ralentizan los procesos, sino que también incrementan los costos de mantenimiento y la frecuencia de fallos en los sistemas, afectando negativamente la productividad y la capacidad de entregar valor al cliente (McKinsey, 2024)[29]. Estos costos adicionales se deben en parte a la falta de implementación de tecnologías avanzadas de mantenimiento predictivo, que pueden reducir significativamente las interrupciones y mejorar el rendimiento operativo (NIST, 2023)[30]. La obsolescencia tecnológica se convierte así en un pasivo intangible, impidiendo a la organización operar de forma eficiente en un entorno competitivo.
La desconexión con las tendencias tecnológicas emergentes es un riesgo significativo para cualquier empresa. Las organizaciones que no adoptan estas innovaciones están en riesgo de perder participación en mercados cambiantes, reduciendo su relevancia competitiva. Esto afecta tanto la capacidad de mejorar la experiencia del cliente como de desarrollar productos disruptivos que respondan a la demanda (Economic Innovation Group, 2021)[31]. En la actualidad, aquellas empresas que se adaptan y adoptan rápidamente nuevas tecnologías son más capaces de ofrecer productos diferenciados y relevantes, impulsando su ventaja competitiva en mercados que evolucionan rápidamente.
La falta de alineación estratégica ocurre cuando las metas y estrategias de una organización no coinciden con las iniciativas de innovación, creando conflictos entre los objetivos a corto y largo plazo. Según comentaba Porter (1996)[32], una estrategia alineada es vital para lograr una ventaja competitiva sostenible. Sin esta integración, pueden surgir duplicaciones de esfuerzos e ineficiencias, resultando en inversiones que no aportan valor estratégico, lo que se traduce en la pérdida de recursos y proyectos que no contribuyen al crecimiento.
La falta de coordinación entre las estrategias corporativas y las iniciativas innovadoras erosiona el capital intelectual y dispersa esfuerzos sin un impacto tangible (Wang y Ahmed, 2020[33]; Johnson et al., 2022[34]). Además, un desajuste estratégico afecta la moral de los empleados, quienes pueden sentir que sus esfuerzos no generan resultados positivos. Hamel y Prahalad (1994)[35] ya advertían que esta falta de alineación desvía la atención de áreas clave, limitando el potencial innovador.
En sectores donde la innovación es esencial, este desajuste puede desconectar la Investigación y desarrollo (I+D) de departamentos críticos como marketing y ventas. Las empresas que integran sus estrategias innovadoras con su plan corporativo tienden a obtener mejores resultados financieros y mayor adaptabilidad (Smith y Gregor, 2023[36]). Balogun et al. (2020)[37] destacan que, al no alinear innovaciones con las capacidades centrales de la empresa, se pierden oportunidades competitivas y los recursos se desvían hacia proyectos sin valor estratégico.
Un liderazgo deficiente puede también convertirse en un pasivo intangible cuando los líderes no promueven activamente la cultura de innovación dentro de la organización. Bass (1985)[38] ya enfatizaba la importancia del liderazgo inspirador para impulsar la innovación en su teoría del liderazgo transformacional. Un liderazgo que no fomente la creatividad o que no dé apoyo a los empleados en la toma de riesgos inhibe la capacidad de la organización para desarrollar nuevas ideas y soluciones.
Estudios recientes muestran que el liderazgo transformacional es especialmente efectivo en entornos de alta incertidumbre y cambio rápido, como los de innovación, ya que fomenta una cultura de confianza y colaboración, vital para desarrollar el potencial innovador. Por ejemplo, Novitasari y Sasono (2021)[39] destacan que los líderes transformacionales motivan a sus equipos, permitiéndoles tomar decisiones críticas y fomentando una comunicación abierta, lo que incrementa la adaptabilidad y creatividad en el personal. De manera similar, investigaciones de Lei y Lei (2020)[40] y Nguyen et al. (2021)[41] resaltan que el liderazgo transformacional impulsa la adquisición y el intercambio de conocimientos, factores esenciales para fortalecer la innovación radical en las empresas. En entornos competitivos, este tipo de liderazgo también incrementa el rendimiento de innovación, guiando a la organización a mantenerse relevante y competitiva en el mercado.
Una cultura organizacional rígida que prioriza la estabilidad puede obstaculizar la implementación de nuevas ideas. Schein (2010)[42] definía la cultura organizacional como un conjunto de supuestos y creencias que guían el comportamiento. Si estos supuestos fomentan la aversión al riesgo, la capacidad de innovación se ve limitada.
Una cultura centrada en la seguridad crea un entorno donde la experimentación se considera arriesgada, lo que reduce la capacidad de adaptación a cambios y dificulta la innovación disruptiva, esencial para la competitividad. En estas culturas, los empleados evitan proponer ideas novedosas por miedo a repercusiones, reforzando la resistencia al cambio (Dyer et al., 2021)[43].
Esta resistencia se basa en normas que dificultan la transformación, requiriendo cambios significativos en liderazgo, ya que los líderes moldean las normas culturales. Sin un liderazgo que fomente la apertura al cambio y la innovación, es poco probable que se logren avances (Kanter, 2020)[44].
Además, una cultura conservadora puede limitar la colaboración interdisciplinaria y la adopción de nuevas tecnologías. Las empresas que favorecen la estabilidad suelen tener una visión jerárquica, dificultando la integración de ideas. Cameron y Quinn (2019)[45] afirman que una cultura innovadora necesita un enfoque colaborativo, donde la experimentación y el aprendizaje continuo sean valorados. Sin ello, las organizaciones corren el riesgo de rezagarse frente a competidores más ágiles.
El papel de la ciencia y la innovación es estratégico para mejorar la productividad y crear ventajas competitivas sostenibles (Porter, 1990)[46]. La insuficiencia de recursos financieros para la investigación y desarrollo (I+D) es un pasivo intangible que frena la innovación. La falta de inversión en I+D restringe su capacidad de innovación, afectando tanto su crecimiento como su posicionamiento en el mercado (McKinsey, 2023[47]; MDPI, 2022[48]). Según el Global Innovation Index 2021 (WIPO, 2024)[49], las más innovadoras son aquellas que destinan fondos significativos a la I+D.
Este desafío es especialmente prevalente en sectores con bajos márgenes de beneficio y en empresas que priorizan resultados a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo. La falta de inversión en I+D reduce la capacidad de las empresas para innovar proactivamente, condenándolas a una posición reactiva donde solo responden a los avances de la competencia. Esto crea un estancamiento que provoca en las organizaciones la pérdida de terreno frente a aquellas que invierten en nuevas tecnologías y procesos innovadores (Hobday et al., 2022)[50].
Además, al no priorizar la I+D, las organizaciones erosionan su capital intelectual y no logran captar el valor a largo plazo que la innovación puede ofrecer. Invertir en I+D es fundamental para mantener la competitividad actual y anticiparse a tendencias futuras, creando una base sólida para evolucionar en respuesta a las dinámicas del mercado. En última instancia, las empresas que no invierten en I+D son más vulnerables a ser superadas por aquellas que integran la innovación como eje central de su estrategia (Pisano, 2019[51]).
Una de las principales razones de la desconexión entre las empresas y su mercado es la falta de comprensión de las necesidades y deseos de los clientes y otros stakeholders. Esto puede resultar de una investigación de mercado insuficiente, pérdida de contacto con los clientes o interpretación errónea de los datos obtenidos. Según Kotler y Keller (2021)[52], el marketing centrado en el cliente es esencial para alinear productos y servicios con las preferencias del consumidor. Cuando una empresa no se adapta a estas necesidades, sus ofertas pueden volverse obsoletas, debilitando su posición en el mercado.
Lev (2021)[53] destaca la importancia de captar y responder rápidamente a las señales del mercado. El capital relacional, que abarca la calidad de las relaciones con clientes y socios, es crucial en este contexto. Si una empresa no mantiene estas relaciones, su valor disminuye, lo que conduce a la pérdida de competitividad. La desconexión con las tendencias emergentes también representa un riesgo considerable, especialmente en la economía del conocimiento, donde los ciclos de innovación son cortos. Christensen (2021)[54] advierte que las empresas que ignoran nuevas tendencias pierden terreno frente a competidores más ágiles.
Además, esta desconexión impacta el capital estructural, compuesto por los sistemas y procesos que sostienen la operación del negocio. Barreto (2023)[55] y Eisenhardt y Martin (2020)[56] subrayan la importancia de las capacidades dinámicas para adaptar competencias internas y externas en un entorno cambiante. Sin estas capacidades, las empresas no pueden aprovechar nuevas oportunidades. Por último, Porter (2020)[57] añade que la falta de alineación entre la estructura interna y las demandas externas provoca una pérdida de participación de mercado, obstaculizando la evolución de los procesos y la innovación.
Las organizaciones dependen de sistemas efectivos para gestionar la incertidumbre en proyectos innovadores (Teece, 2016)[58]. Esto implica coordinar equipos interdisciplinarios, gestionar riesgos y tomar decisiones en situaciones inciertas. Cuando estas capacidades fallan, el capital estructural se deteriora. Según el Project Management Institute (PMI, 2021)[59], la mala gestión de proyectos genera pérdidas financieras y operativas significativas. Un proyecto de innovación fallido puede convertirse en un pasivo intangible, dado que la mala gestión de los proyectos afecta directamente el capital estructural y el ciclo de creación de valor (Lev, 2021)[53].
Los proyectos mal gestionados no solo pierden inversión en tiempo y recursos, sino que también comprometen las ventajas competitivas y las oportunidades de mercado (Cooper, 2020)[60]. Esto se debe a problemas de planificación, falta de adaptación a cambios y mala asignación de recursos. Según Dinsmore y Cooke-Davies (2020)[61], las organizaciones que carecen de buenas prácticas en la gestión de proyectos suelen experimentar desviaciones de tiempo y presupuesto, lo que reduce su rentabilidad.
Un fracaso recurrente en proyectos de innovación puede dañar la reputación de una empresa frente a sus stakeholders, incluidos los clientes, que pierden confianza en su capacidad para innovar (Shenhar y Dvir, 2021)[62].
Los empleados involucrados en proyectos mal gestionados tienden a experimentar frustración y estrés, lo que reduce su productividad y compromiso, afectando negativamente el capital humano (Bontis, 2021)[63]. Asimismo, la capacidad de una empresa para generar nuevas ideas y soluciones se ve limitada, creando un ciclo de bajo rendimiento que afecta su competitividad y crecimiento a largo plazo (Cooper, 2020)[60].
La propiedad intelectual (PI) es un activo intangible de gran valor dentro del capital estructural de una organización. La PI incluye derechos sobre patentes, derechos de autor, diseños industriales, secretos comerciales y marcas registradas, entre otros. Estos derechos no solo protegen las innovaciones y creaciones de la empresa, sino que también permiten a la organización beneficiarse económicamente de su explotación (Cohen et al., 2020)[64].
Aunque la PI es fundamental para el capital estructural, una gestión deficiente puede transformarla en un pasivo intangible, afectando negativamente el valor futuro de la organización. Si una empresa no registra patentes o marcas de manera oportuna o no defiende sus derechos de PI en litigios, podría perder el control sobre estos activos, permitiendo que competidores se beneficien de sus innovaciones sin compensación (Blind et al., 2021)[65]. Esto erosionaría su capacidad de generar ingresos y comprometería su posición en el mercado.
Muchas organizaciones poseen derechos de PI que no están debidamente explotados. En el marco de la "innovación abierta", las empresas deben considerar nuevas formas de licenciar o comercializar su PI para maximizar su valor (Chesbrough, 2020)[14]. Si la empresa no desarrolla modelos adecuados para explotar su PI, se pierde la oportunidad de capitalizarla.
Las empresas que no gestionan correctamente su PI, ya sea por desconocimiento o negligencia, podrían estar expuestas a costosos litigios por infracción. Los costos legales y las posibles compensaciones económicas pueden convertirse en pasivos significativos que impactan el capital estructural y financiero de la organización. Teece (2018)[66] subraya que la capacidad de una empresa para innovar y obtener retornos sostenibles depende, en gran medida, de su habilidad para proteger, gestionar y comercializar sus derechos de propiedad intelectual.
Una de las ideas centrales de este capítulo es que los activos y pasivos intangibles no pueden considerarse de manera aislada. La gestión efectiva de los activos intangibles, como el capital humano, relacional y estructural, solo puede maximizarse si los pasivos intangibles son identificados y gestionados adecuadamente. De hecho, los pasivos intangibles contrarrestan directamente los beneficios de los activos intangibles.
Por ejemplo, una organización puede tener un personal altamente cualificado (capital humano), pero si enfrenta resistencia al cambio o tiene una estructura burocrática rígida, la capacidad de este personal para innovar se verá obstaculizada (Lee et al., 2022)[67]. Del mismo modo, una empresa con fuertes relaciones externas (capital relacional) puede tener dificultades para aprovechar estas relaciones si no cuenta con una infraestructura interna adecuada (capital estructural) que facilite la comunicación y la colaboración (Eisenhardt y Santos, 2021)[68].
Es por ello que la gestión estratégica de los pasivos intangibles es clave para liberar el potencial de los activos intangibles y maximizar el capital intelectual de la organización. Como argumenta Teece (2018)[66], las capacidades dinámicas de una organización —es decir, su capacidad para integrar, construir y reconfigurar recursos internos y externos— son fundamentales para la innovación. Estas capacidades incluyen no solo la gestión de los activos, sino también la capacidad de identificar y minimizar los pasivos que podrían frenar la innovación.
La gestión eficaz de los pasivos intangibles es, por consiguiente, fundamental para maximizar el capital intelectual y fomentar una cultura de innovación en las organizaciones. En este capítulo, profundizaremos en los enfoques estratégicos clave para minimizar los efectos negativos de estos pasivos, ofreciendo un marco conceptual y práctico que puede ser implementado en diferentes contextos organizacionales. Las estrategias propuestas no solo abordan los factores subyacentes que contribuyen a los pasivos intangibles, sino que también proporcionan soluciones que potencian la alineación organizacional, la flexibilidad y la capacidad de adaptación.
Minimizar los pasivos intangibles relacionados con la resistencia al cambio y una cultura organizacional rígida requiere fomentar una cultura de innovación. Esto implica crear un entorno donde el cambio, la creatividad y la experimentación sean valores clave. Un factor crucial es que el liderazgo promueva la tolerancia al error, como en 3M y Google, donde se anima a los empleados a experimentar sin temor a represalias (Edmondson, 2019][69]. Esta aceptación del riesgo impulsa la creatividad.
Además, programas de formación y desarrollo continuo, como los de Apple y Microsoft, capacitan a los empleados para implementar cambios y enfrentar nuevos retos (Johnson et al., 2020)[70]. Estas inversiones en capital humano reducen la resistencia al cambio, favoreciendo la innovación.
La innovación abierta, descrita por Chesbrough (2020)[14], implica utilizar ideas internas y externas para avanzar en la innovación. Empresas como Philips han mejorado la eficiencia al fomentar la colaboración interdepartamental (Westerman et al., 2014)[71]. Esto genera un entorno colectivo de innovación que reduce la resistencia y la burocracia.
Kotter (1996)[16] sugería crear una "coalición de cambio" para liderar transformaciones culturales, involucrando a todos los niveles de la organización. Además, las plataformas de gestión del conocimiento son esenciales para facilitar la colaboración interna y externa, acelerando el intercambio de ideas y el acceso a nuevas tecnologías (Riege, 2020)[72].
El liderazgo transformacional es un enfoque crucial para reducir pasivos intangibles como la resistencia al cambio y la falta de dirección estratégica. Según lo descrito por Bass (1985)[38], este tipo de liderazgo inspira a los empleados a superar sus propios intereses en beneficio de la organización, creando un entorno favorable para la innovación. Mahmood y Sarwar (2022)[73] destacan que los líderes transformacionales facilitaban la innovación al permitir que los empleados tomen riesgos calculados y desarrollen soluciones creativas, abordando también problemas como la tecnología obsoleta y la falta de alineación estratégica.
Para implementar este enfoque, es necesario que las organizaciones inviertan en programas de desarrollo de liderazgo, enfocados en habilidades de comunicación, gestión del cambio y visión estratégica. Tyskbo (2021)[74]. sostiene que la creación de sistemas de feedback continuo permite a los líderes ajustar sus enfoques según las necesidades cambiantes de la organización y el mercado. Además, los líderes transformacionales deben fomentar una cultura de aprendizaje continuo, incentivando a los empleados a adquirir nuevas habilidades y conocimientos, lo que reduce el riesgo de que la organización se estanque en tecnologías y estrategias anticuadas (Pham et al., 2021[75]).
Para maximizar el impacto, las empresas deben adoptar también prácticas de liderazgo distribuido, donde la responsabilidad de la innovación se comparta a todos los niveles jerárquicos, no solo en la alta dirección. Según Wang y Zhou, X. (2022)[76], este modelo facilita que todos en la organización contribuyan al proceso de innovación, reduciendo la dependencia exclusiva de la alta gerencia para impulsar el cambio.
La diversidad en género, cultura y experiencias es impulsora de la innovación, ya que ofrece una gama más amplia de perspectivas para resolver problemas. Sin embargo, si no se gestiona adecuadamente, puede convertirse en un pasivo intangible que genere conflictos internos que limitan la colaboración. Según Randel y Galvin (2022)[77], la diversidad puede causar tensiones si las organizaciones no crean una cultura inclusiva y capacitan a sus empleados. No obstante, gestionada adecuadamente, se convierte en un activo que potencia el capital intelectual.
Para mitigar los efectos negativos, las empresas deben implementar políticas de inclusión y prácticas que fomenten el respeto mutuo y la colaboración. Además, es crucial desarrollar equipos multidisciplinarios y multiculturales, ya que, como mencionan Nishii (2020)[78], estos equipos son más propensos a generar ideas innovadoras. Sin embargo, para su efectividad, las organizaciones deben proporcionar infraestructuras que faciliten la colaboración, como tecnologías de comunicación avanzada y políticas que promuevan flexibilidad y trabajo remoto.
La gestión de la diversidad también incluye la creación de programas de mentoría y desarrollo profesional, que ayudan a los empleados de diversos orígenes a alcanzar su máximo potencial. Estos programas no solo reducen los conflictos internos, sino que también fomentan la equidad y justicia dentro de la organización, contribuyendo a una cultura de innovación inclusiva (Ragins et al., 2019)[79].
La flexibilidad organizacional es también un factor esencial para reducir pasivos intangibles y fomentar la innovación. Las estructuras rígidas y burocráticas limitan la capacidad de las empresas para adaptarse a cambios y nuevas oportunidades, generando resistencia al cambio. Ranjan (2023)[80] afirma que las organizaciones menos jerárquicas son más ágiles para responder a cambios y mantener la innovación.
Para abordar estos problemas, muchas empresas han optado por reestructuraciones hacia estructuras más planas, lo que mejora la comunicación y toma de decisiones (Foss y Linden, 2022)[81]. Esto fomenta la colaboración y acelera los procesos internos, eliminando niveles innecesarios de gestión y promoviendo equipos autónomos. Además, una cultura que valore la flexibilidad y la experimentación es clave para evitar la rigidez organizacional (Cummings y Worley, 2020)[82].
La implementación de políticas de trabajo remoto y horarios flexibles también contribuye a reducir la burocracia interna y aumentar la satisfacción de los empleados (Bloom et al., 2023)[83]. Al promover la flexibilidad laboral, las empresas no solo atraen talento innovador, sino que también adaptan mejor su estructura a las demandas del entorno cambiante.
Finalmente, para mitigar la resistencia al cambio, es importante una comunicación eficaz y un liderazgo que incluya a los empleados en el proceso de transformación (Sharma y Rani (2022)[84]. Formar y concienciar a los empleados sobre la importancia de la innovación también contribuye a crear un ambiente receptivo a nuevas ideas.
El concepto de capacidades dinámicas, desarrollado por Teece et al. (1997)[85], hace referencia a la habilidad de una organización para integrar y reconfigurar recursos internos y externos frente a cambios del entorno. Las empresas con capacidades dinámicas pueden adaptarse rápidamente y minimizar pasivos intangibles relacionados con la obsolescencia tecnológica y la resistencia al cambio.
Para desarrollar estas capacidades, es necesario invertir en formación continua de empleados y en la actualización de la infraestructura tecnológica. Nguyen y Lee (2020)[86] destacan que estas capacidades son decisivas en entornos volátiles, ya que permiten responder a nuevas demandas y aprovechar oportunidades emergentes.
Las organizaciones deben establecer políticas de actualización tecnológica y promover una mentalidad proactiva hacia nuevas herramientas (Schein y Schein (2021)[87]. Esto incluye la inversión en tecnologías y la capacitación del personal para adaptarse a ellas, dado que una percepción de obsolescencia puede afectar la lealtad del cliente y la retención de talento Martin y Goh (2021)[88].
También es fundamental fomentar una cultura de aprendizaje continuo y promover la innovación en todos los niveles. Superar la cultura conservadora requiere construir un ambiente que valore la curiosidad y la mejora continua (Edmondson, 2021)[69]. Según comentaba Kotter (1996)[16], una estrategia efectiva para este fin es la creación de "coaliciones de cambio", grupos que actúan como defensores del cambio, movilizando a la organización hacia una cultura más abierta a la innovación.
Las empresas deben mantener un flujo constante de información sobre las preferencias del cliente y las tendencias del mercado. Según Aaker (2020)[89], la investigación de mercado debe ser continua para proporcionar datos que permitan ajustar ofertas y procesos. La falta de actualización puede resultar en una desconexión con los consumidores, perdiendo así oportunidades de innovación y creando productos que no satisfacen necesidades emergentes.
La monitorización activa de tendencias es clave para adaptarse a los cambios del consumidor y de la industria. Herramientas como el análisis predictivo y el big data permiten anticipar transformaciones del mercado. Tynan y McKechnie (2020)[90] destaca que las empresas que integran la investigación de mercado de manera constante tienen mejor capacidad para ajustar sus ofertas y evitar desconexiones.
Un ejemplo es Amazon, que ha optimizado la recopilación de datos en tiempo real a través del análisis del comportamiento del usuario, lo que le permite anticiparse a tendencias del mercado y reforzar su capital relacional (Brynjolfsson y McAfee, 2014)[91]. Además, el desarrollo de capacidades de análisis predictivo es fundamental: la investigación debe no solo responder a demandas actuales, sino también anticipar cambios futuros. Sharma y Gupta (2020)[92] argumenta que la adopción de analítica avanzada otorga ventajas competitivas al permitir decisiones proactivas.
Empresas como Apple y Zara utilizan investigaciones de mercado continuas para alinearse con expectativas del cliente. El modelo de producción ágil de Zara, que permite una rápida rotación de colecciones, es un ejemplo de cómo un sistema de feedback constante minimiza el riesgo de desconexión y fortalece la innovación (Ghemawat y Nueno, 2006)[93]. La digitalización ha facilitado el acceso a más datos, permitiendo investigaciones de mercado más precisas. Herramientas como encuestas online y análisis de redes sociales proporcionan información en tiempo real sobre la percepción del consumidor (Asad y Abid (2023)[94]. Esta práctica mejora la capacidad de respuesta y adaptación a las dinámicas del mercado, reduciendo el riesgo de quedar atrás.
Crear mecanismos de feedback directo entre clientes y empresas es también un factor determinante. Los avances tecnológicos han facilitado que este feedback sea más accesible a través de plataformas digitales. Según Fahimnia y Kahrizi (2021)[95], la digitalización permite a las empresas mantener relaciones continuas con los clientes, obteniendo un feedback preciso y reduciendo el riesgo de desconexión del mercado.
El capital relacional se fortalece con la calidad de la interacción. Las relaciones sólidas permiten a las empresas aumentar la confianza en sus marcas. Las empresas que personalizan la experiencia del cliente logran mayor satisfacción y lealtad. Salesforce, por ejemplo, utiliza plataformas CRM para gestionar relaciones de manera eficiente, optimizando la comunicación mediante el análisis de datos (Kumar y Reinartz, 2021)[96].
Implementar programas formales para recolectar experiencias del cliente, como encuestas y entrevistas, es significativo. Un estudio de Forrester (2019)[97] indica que un buen feedback aumenta la lealtad y la innovación colaborativa. Empresas con investigación de mercado y feedback continuo pueden ajustar mejor sus productos, como ha hecho Tesla al adaptar sus estrategias en tiempo real (Mangram, 2012)[98].
El feedback efectivo fomenta la innovación, alineando a las organizaciones con las necesidades del mercado y reduciendo la acumulación de productos obsoletos. Liu y Wang (2023)[99] destacan que la participación activa de los clientes incrementa las tasas de éxito de las innovaciones.
Programas de fidelización, como los de Starbucks, no solo buscan retener clientes, sino también incentivar el feedback y ajustar productos a las expectativas. Ignorar las preferencias de los clientes puede llevar a la desconexión, como ocurrió con Kodak y Blockbuster, que no se adaptaron a cambios tecnológicos y de comportamiento del consumidor (Brynjolfsson y McAfee (2021)[91]. Estos casos muestran cómo la desconexión erosiona tanto el capital relacional como el estructural, afectando la capacidad de innovación y supervivencia en un entorno competitivo.
La falta de alineación estratégica entre las metas empresariales y las iniciativas de innovación frena el crecimiento organizacional. Para abordar este pasivo, las empresas deben integrar la innovación en su estrategia global. Según decían Kaplan y Norton (2004)[27], herramientas como el Balanced Scorecard ayudan a alinear iniciativas innovadoras con objetivos estratégicos, asegurando que todos los departamentos trabajen en conjunto. Esto minimiza la dispersión de recursos y maximiza el impacto de la innovación.
Asimismo, la ausencia de una estrategia de I+D puede ser un obstáculo significativo. Las empresas deben desarrollar una estrategia de inversión en I+D que se alinee con sus objetivos a largo plazo. Fomentar alianzas público-privadas también es clave para compartir riesgos y costos (Chesbrough, 2006)[100]. Colaborar con universidades y centros de investigación permite acceder a conocimientos y tecnologías avanzadas, aumentando así el potencial innovador.
Es fundamental que las iniciativas de innovación estén claramente vinculadas a las metas estratégica. Esto requiere una revisión constante de las estrategias y la alineación de los recursos. Según Deloitte (2021)[101], las organizaciones que implementan procesos de alineación son más propensas a lograr una mayor sincronización entre innovación y estrategia. Involucrar a todas las partes interesadas, desde la alta dirección hasta los equipos operativos, en el diseño de iniciativas innovadoras puede mejorar la coherencia y los resultados generales.
A lo largo del artículo ya estamos viendo que la gestión efectiva de los pasivos intangibles juega un papel esencial en la innovación y competitividad de las organizaciones. A través de estudios de caso en empresas reales, se puede observar cómo la identificación y mitigación de pasivos intangibles llevan a mejoras significativas en sus procesos de innovación. En este capítulo, analizaremos siete casos representativos: IBM, Procter & Gamble (P&G), Apple Inc., Netflix, Toyota, Microsoft, y General Electric (GE). Estos casos ilustran cómo abordar los pasivos intangibles puede transformar las capacidades para innovar.
IBM es un gigante de la tecnología que ha evolucionado significativamente a lo largo de su historia, adaptándose a los cambios del mercado y la tecnología. Sin embargo, a principios de la década de 1990, la empresa enfrentó varios pasivos intangibles que amenazaban su capacidad de innovar. La cultura organizacional rígida, la burocracia interna y la desconexión con el mercado eran algunos de los desafíos que IBM debía enfrentar para recuperar su posición en la industria.
Para superar todos estos pasivos, la empresa implementó las siguientes estrategias:
Gracias a estas estrategias, IBM logró una transformación significativa, recuperando su posición como líder en tecnología y servicios.
P&G es una de las compañías de bienes de consumo más grandes y conocidas del mundo. En 2000, P&G enfrentaba varios pasivos intangibles, incluyendo una falta de innovación en sus productos.
Para superarlo, implementaron, entre otras, estas estrategias:
Las iniciativas implementadas por P&G resultaron en un aumento notable de la innovación y el lanzamiento exitoso de numerosos productos nuevos.
Apple Inc. es conocida por su innovación constante. Sin embargo, en la década de 1990, la empresa enfrentó importantes pasivos intangibles, incluida una identidad de marca difusa.
Las iniciativas que pusieron en marcha fueron:
Apple no solo logró recuperarse de su crisis, sino que también se convirtió en una de las empresas más valiosas del mundo.
Netflix comenzó como un servicio de alquiler de DVD por correo, pero enfrentó la necesidad de innovar o volverse obsoleta.
Para evitarlo, fueron varias las estrategias que pusieron en marcha:
Netflix transformó su modelo de negocio y se convirtió en un líder en la industria del entretenimiento.
Toyota es un ejemplo clásico de innovación y gestión de la calidad, pero en la década de 2000, la empresa enfrentó varios pasivos intangibles, como la desconexión con las expectativas de los consumidores y problemas de calidad en algunos de sus vehículos.
Cosas que reforzaron y nuevas que pusieron en marcha:
Estas estrategias llevaron a Toyota a recuperar y mantener su reputación como líder en calidad y sostenibilidad, permitiéndole adaptarse rápidamente a las cambiantes demandas del mercado.
Microsoft es otro gigante tecnológico que ha enfrentado pasivos intangibles a lo largo de su historia, incluyendo la percepción de un estancamiento en la innovación y la desconexión con las tendencias del mercado.
Para dar la vuelta a estos problemas, la organización implementó las siguientes estrategias:
La transformación cultural y el enfoque en la innovación permitieron a Microsoft recuperar su posición como líder en tecnología y software, además de mejorar significativamente su imagen de marca.
General Electric (GE) ha sido un referente en innovación industrial durante más de un siglo. Sin embargo, en los últimos tiempos, la empresa enfrentó diversos pasivos intangibles, incluidos problemas de gestión y una desconexión con el mercado de energía y tecnología.
Sus planes fueron:
Las iniciativas de GE en innovación y digitalización han permitido a la empresa recuperar su competitividad y mantenerse relevante en un mercado en constante evolución.
Los casos de IBM, Procter & Gamble, Apple, Netflix, Toyota, Microsoft y General Electric (y otros que se apuntan en el artículo) ilustran cómo la gestión efectiva de los pasivos intangibles puede impulsar la innovación y el éxito organizacional. Al abordar las problemáticas que introducen estos pasivos, estas empresas lograron transformarse y adaptarse a un entorno empresarial en constante cambio. Estos ejemplos destacan la importancia de implementar estrategias proactivas para minimizar los pasivos intangibles, permitiendo a las organizaciones no solo sobrevivir, sino prosperar, y hacerlo de forma sostenible.
El análisis de los casos mencionados, junto con una revisión más amplia de la literatura sobre la gestión de pasivos intangibles, sugiere una relación directa entre la minimización de estos pasivos y el incremento en la capacidad de innovación de las organizaciones. A continuación, se exponen algunos de los principales hallazgos empíricos derivados de la gestión eficaz de los pasivos intangibles.
Las organizaciones que gestionan proactivamente sus pasivos intangibles tienden a mostrar mejoras significativas en su rendimiento organizacional. Según Morrison (2023)[123], la implementación de estrategias que minimicen la burocracia interna, modernicen la tecnología obsoleta y alineen las iniciativas con los objetivos estratégicos de la empresa resulta en una mayor eficiencia operativa y una mayor capacidad para adaptarse a los cambios del mercado.
Otro resultado importante de la gestión eficaz de los pasivos intangibles es el incremento del capital intelectual. Según vimos con Dumay y Garanina (2021)[6], el capital intelectual está compuesto por tres elementos principales: el capital humano, el capital estructural y el capital relacional. En este sentido:
Las organizaciones que gestionan eficazmente sus pasivos intangibles son más competitivas y sostenibles en el mercado global. Esto se debe a que la reducción de pasivos como la burocracia, la resistencia al cambio y la tecnología obsoleta permite a las empresas innovar de manera más rápida y eficiente.
Un aspecto adicional a considerar es la resiliencia organizacional, que se refiere a la capacidad de una empresa para anticiparse, prepararse y adaptarse a situaciones adversas. Las organizaciones que gestionan sus pasivos intangibles de manera efectiva tienden a ser más resilientes.
Los resultados empíricos reflejan que la gestión de los pasivos intangibles tiene un impacto significativo en la innovación, el capital intelectual, la competitividad y la resiliencia organizacional. Éstos revelan que las organizaciones que abordan proactivamente estos elementos son más propensas a lograr un rendimiento superior y a adaptarse a las cambiantes condiciones del mercado. Casos de empresas como GE, Microsoft, Procter & Gamble, Netflix y Toyota demuestran que, al abordar eficazmente estos pasivos, las organizaciones pueden mejorar su rendimiento, incrementar su capital intelectual y mantener una ventaja competitiva en el mercado. Este enfoque no solo es crucial para la supervivencia empresarial, sino que también es fundamental para prosperar en un entorno empresarial cada vez más complejo y dinámico.
La minimización de los pasivos intangibles, como la resistencia al cambio, la falta de alineación con el mercado y la burocracia, se ha relacionado directamente con una mayor capacidad de innovación en las organizaciones. Tal como vimos con Lev (2001)[53], las empresas que fomentan una cultura de innovación y están alineadas con las tendencias del mercado son más capaces de desarrollar nuevos productos y servicios. La evidencia de empresas como Netflix demuestra que la adaptabilidad y la innovación continua son fundamentales para mantener una ventaja competitiva en entornos disruptivos (Mangram, 2012[98]; Elberse, 2013[113]).
Según estudios de Khan y Ali (2022)[125], las empresas que implementan prácticas efectivas de gestión de intangibles pueden aumentar su rentabilidad en un 35% en comparación con aquellas que no lo hacen. Esto subraya la necesidad de adoptar una visión holística de la gestión de activos y pasivos intangibles, donde ambas dimensiones se consideran y gestionan de manera equilibrada.
La implementación de estrategias que minimizan la burocracia interna y alinean las iniciativas con los objetivos estratégicos ha llevado a mejoras significativas en el rendimiento organizacional. Como se observa en el caso de General Electric (GE), la modernización de la infraestructura tecnológica ha no solo mejorado la eficiencia operativa, sino que también ha facilitado la creación de nuevas oportunidades de negocio (Miller, 2015)[120]. La capacidad de las organizaciones para adaptarse a las condiciones del mercado se traduce en un rendimiento financiero superior y una mayor resiliencia (Kaplan y Norton, 2004)[27].
Las organizaciones que gestionan de manera efectiva sus pasivos intangibles presentan una mayor capacidad de resiliencia frente a crisis económicas y cambios tecnológicos. Según un informe de McKinsey (2020)[126], aquellas empresas que adoptan una mentalidad de innovación continua son más capaces de sobrevivir y prosperar en entornos inciertos. Microsoft es un ejemplo de empresa que han logrado mantener su competitividad y sostenibilidad mediante la gestión de sus activos intangibles, adaptándose constantemente a las demandas del mercado (Hastings y Meyer, 2020[112]).
La gestión eficaz de los pasivos intangibles está estrechamente relacionada con el aumento del capital intelectual. Este concepto abarca tres dimensiones: el capital humano, el capital estructural y el capital relacional. Inversiones en formación y desarrollo, como las realizadas por IBM y Microsoft, no solo aumentan las habilidades de los empleados, sino que también mejoran la retención del talento (Gerstener, 2002[102]). Por otro lado, empresas como Toyota han demostrado que la modernización de procesos y la implementación de prácticas de mejora continua fortalecen el capital estructural, lo que, a su vez, potencia la capacidad de innovación de la organización (Womack et al., 1990)[114].
La investigación de mercado y el feedback continuo son esenciales para comprender las necesidades del cliente y las tendencias emergentes. Las organizaciones que implementan mecanismos de feedback, como Procter & Gamble y Netflix, alinean sus ofertas con las expectativas del consumidor, generando mayor valor y una ventaja competitiva (Chesbrough, 2020[14]; Elberse, 2013[113]).
Empresas como Google y Apple integran a los usuarios finales en el desarrollo de productos, recopilando feedback durante todo el ciclo de vida del mismo. Esto aumenta la lealtad del cliente y reduce la desconexión entre expectativas y ofertas reales (Lemon y Verhoef, 2023)[127].
Netflix, por ejemplo, utiliza canales digitales para ajustar rápidamente su contenido según las preferencias de los usuarios, lo que ha sido clave para su éxito (Elberse, 2013[113]). Un caso destacado es el de Starbucks, que implementó la plataforma My Starbucks Idea, permitiendo a los clientes sugerir nuevas ideas. Esta iniciativa no solo recopiló ideas innovadoras, sino que también mejoró la relación con los clientes al involucrarlos en el proceso creativo (Füller, 2010)[128].
El estudio sobre la gestión de los pasivos intangibles y su relación con el capital intelectual y la innovación ha revelado que la forma en que las organizaciones abordan estos elementos críticos puede tener un impacto profundo en su capacidad para competir en un mercado en constante evolución. A través del análisis de múltiples casos y la revisión de la literatura relevante, se ha demostrado que las empresas que gestionan proactivamente sus pasivos intangibles no solo mejoran su rendimiento organizacional, sino que también se posicionan mejor para innovar y adaptarse a las necesidades cambiantes del mercado.
La investigación sugiere que la minimización de pasivos intangibles es esencial para crear una cultura de innovación. Al fomentar un entorno que valore la experimentación y la colaboración, las organizaciones pueden aumentar su capital intelectual y, por ende, su competitividad y sostenibilidad a largo plazo. Casos como los descritos han ilustrado cómo la alineación estratégica con las demandas del mercado, junto con inversiones en tecnología y desarrollo de talento, contribuyen a una mayor capacidad de innovación y adaptación.
Además, el análisis ha resaltado la importancia de establecer mecanismos efectivos de investigación de mercado y feedback continuo para mantener una conexión sólida con los clientes. Las empresas que integran estos elementos en su gestión no solo responden mejor a las expectativas del consumidor, sino que también fortalecen su capital relacional, resultando en una mayor lealtad del cliente y una reputación de marca más robusta.
A pesar de los avances en la gestión de pasivos intangibles, existen retos significativos que las organizaciones deben enfrentar para adaptarse a un entorno empresarial cada vez más competitivo y global.
Uno de los principales desafíos radica en la evaluación detallada y la medición precisa y eficaz de estos pasivos.
Según un estudio de PwC (2017)[129], el 80% del valor de las empresas en el S&P 500 proviene de activos intangibles, pero solo el 20% de las empresas informan sobre ellos de manera efectiva, ni de los pasivos que le restan valor. Estudios más recientes (Ali, 2020)[130] indican que ya es del 90%. Se destaca, por tanto, la necesidad de una mejor evaluación y reporte del capital intelectual.
Sin embargo, no existe actualmente un marco estándar ampliamente aceptado para la medición de pasivos intangibles. Cada organización puede utilizar métricas diferentes, lo que dificulta la comparación y el benchmarking. Esto lleva a una falta de coherencia en la forma en que se interpretan y aplican los resultados (Lev, 2001[53] ;Dumay y Garanina, 2021[131]. La creación de métricas cuantitativas y cualitativas que evalúen el impacto de estos pasivos en el rendimiento organizacional y la innovación es fundamental. Las organizaciones a menudo subestiman el impacto de los pasivos intangibles en su rendimiento (Marr, 2012[132]; Sweeney, 2020[133]).Muchos se centran en métricas financieras y tangibles, dejando de lado los pasivos intangibles que pueden tener efectos profundos y duraderos. Es necesario, por tanto, primero, desarrollar herramientas y metodologías para identificar y clasificar los pasivos intangibles específicos de cada organización, que podrían variar según el sector, la estructura y la cultura. Y segundo, analizar con más profundidad nuevas maneras de medición, establecer dichas métricas de forma sistematizada y en relación directa con los activos a los que impacta, y hacerlo siguiendo un enfoque de mejora continua que permita ajustar el modelo que propicie tomar mejores decisiones y de más impacto para las organizaciones, para la maximización del valor de su capital intelectual. El establecimiento de estas métricas estandarizadas permitiría, además, tener un marco de comparación sólido entre las organizaciones.
Otro gran desafío es la implantación de los Sistemas de Gestión de la Innovación (SGI), herramienta fundamental para la creación de capacidades de innovación. Estos sistemas proporcionan las herramientas necesarias para integrar las capacidades de inteligencia estratégica, la feedback del mercado y el fomento de un entorno y cultura de aprendizaje continuo. Pueden ayudar a las organizaciones a identificar oportunidades de innovación y a adaptar sus estrategias en función de las necesidades cambiantes del entorno empresarial (Arthur D. Little (2023)[134], reduciendo o anulando el efecto de los pasivos intangibles, y potenciando el valor de los activos intangibles, maximizando, de esta forma, el capital intelectual de las organizaciones.
Un estudio de Kahn y Matusik (2020)[135] encontró que, aunque muchas organizaciones han comenzado a adoptar SGI, el nivel de implementación varía significativamente. Solo el 40% de las empresas encuestadas afirmaron tener un SGI completamente implementado, mientras que el 60% indicó que estaban en etapas iniciales o intermedias de adopción.
Sería interesante, por tanto, avanzar en el conocimiento del impacto que supone la implantación de los Sistemas de Gestión de la Innovación en las organizaciones para la maximización del capital intelectual. Primero, evaluando el estado actual de la implementación de SGI en diferentes sectores; segundo, identificando los factores que facilitan o dificultan la adopción de los SGI; tercero, analizando el impacto de los SGI en el capital intelectual y en la reducción de pasivos intangibles. De esta forma seríamos capaces de desarrollar un marco de referencia que resuma los factores críticos para la implementación efectiva del SGI, que incluirían estrategias para fomentar la cultura de innovación, herramientas y recursos necesarios para la implantación e indicadores de éxito para medir el impacto.
Con ello se busca también proporcionar recomendaciones prácticas para las organizaciones que buscan implementar o mejorar sus SGI, basadas en la investigación realizada.
[1] Drucker, P. F. (1994). Post-Capitalist Society. Harper Business.
[2] OECD. (2020). Mind the financing gap: Enhancing the contribution of intangible assets to productivity.
[3] Bontis, N. (1999). Managing Organizational Knowledge by Diagnosing Intellectual Capital: Framing and Advancing the State of the Field. International Journal of Technology Management, 18(5/6), 433-462.
[4] Kahn, M., & Kahn, S. (2021). Transforming organizations: The role of intellectual capital in addressing intangible liabilities. International Journal of Organizational Innovation, 13(1), 45-67.
[5] An, H., & Lee, H. (2020). Managing intangible assets: The impact on innovation performance in knowledge-intensive firms. Technological Forecasting and Social Change, 155, 120033.
[6] Dumay, J., & Garanina, T. (2021). Intellectual capital research: A critical examination of the third stage of IC research. Journal of Intellectual Capital, 22(1), 32-49.
[7] Nieto, M. J., & Fernández, Z. (2021). The impact of human capital on innovation: Evidence from small and medium enterprises. Journal of Innovation & Knowledge, 6(1), 20-32.
[8] Gupta, S., & Bose, I. (2022). Human capital and innovation: Perspectives from emerging markets. International Journal of Innovation Studies, 7(2), 45-58.
[9] Han, J., & Li, H. (2020). Absorptive capacity and innovation performance in high-tech firms: Role of intellectual capital. Technovation, 102, 1-12.
[10] García-Pérez, A., Durán-Sánchez, A., & Morales-Gualdrón, S. T. (2022). Building organizational absorptive capacity for innovation. Business Research Quarterly, 25(3), 235-249.
[11] Wu, Y., Zhang, S., & Chen, Q. (2020). The role of structural capital in firm innovation: Empirical evidence from China. Asian Journal of Innovation and Policy, 9(1), 32-48.
[12] Dhamija, A., Sharma, G., & Kaur, R. (2022). Knowledge management and innovation in knowledge-intensive organizations. Knowledge and Process Management, 29(1), 44-58.
[13] Pereira, E., & Romero-Martínez, A. M. (2021). Relational capital and innovation: Evidence from collaborative networks in the manufacturing sector. European Journal of Innovation Management, 24(5), 851-870.
[14] Chesbrough, H. (2020). Open Innovation: The New Imperative for Creating and Profiting from Technology (Updated ed.). Harvard Business Review Press.
[15] Fabling, R., & Sanderson, L. (2021). The impact of intangible assets on firm innovation and performance. National Bureau of Economic Research.
[16] Kotter, J. P. (1996). Leading Change. Harvard Business Review Press.
[17] Smith, D. E. (2020). Anxiety and uncertainty in the workplace: The hidden cost of change. Management Science, 66(8), 3847-3862.
[18] Brown, C., Smith, J. L., & Harris, P. (2021). Navigating the unknown: The impact of leadership transparency on employee resistance to change. Human Resource Management Review, 31(2), 102-118.
[19] Martens, M. L., & Carvalho, M. M. (2019). Leadership effectiveness in managing organizational change: The role of communication. Project Management Journal, 50(1), 64-77.
[20] Allen, J. A., Jimmieson, N. L., & Bordia, P. (2021). Resistance to organizational change: The role of power dynamics in change adoption. Journal of Organizational Behavior, 42(5), 623-640.
[21] Birkinshaw, J. (2009). Building a Culture of Innovation. MIT Sloan Management Review, 50(3), 11-12.
[22] Williams, G. J., & Thompson, K. (2020). The burden of bureaucracy: How administrative overhead limits innovation in large firms. Organizational Studies, 41(8), 1123-1139.
[23] Tushman, M. L., & O’Reilly, C. A. (2019). The ambidextrous organization: Managing paradoxes of innovation and efficiency. Harvard Business Review, 97(4), 74-81.
[24] Jackson, A. L., Benson, J., & Carter, S. (2021). Bending the rules: Creativity under bureaucratic constraints. Creativity Research Journal, 33(4), 412-427.
[25] Zenger, J., & Folkman, J. (2020). The agility imperative: Why agile leadership is critical in times of change. Leadership Excellence, 39(2), 34-39.
[26] Teece, D. J. (2010). Business Models, Business Strategy and Innovation. Long Range Planning, 43(2-3), 172-194.
[27] Kaplan, R. S., & Norton, D. P. (2004). Strategy Maps: Converting Intangible Assets into Tangible Outcomes. Harvard Business School Press.
[28] Sousa, M. J., & Rocha, Á. (2019). Digital learning: Developing skills for digital transformation of organizations. Future Generation Computer Systems, 91, 327-334
[29] McKinsey (2024). The productivity imperative in 2024. McKinsey & Company.
[30] National Institute of Standards and Technology (NIST). (2023). Advanced Maintenance Techniques and Predictive Maintenance.
[31] Economic Innovation Group. (2021). Technology Adoption and Market Competition. Economic Innovation Group.
[32] Porter, M. E. (1996). What is Strategy?. Harvard Business Review, 74(6), 61-78.
[33] Wang, C. L., & Ahmed, P. K. (2020). The alignment trap: How misaligned innovation efforts can destroy value. Organizational Dynamics, 49(4), 100-112.
[34] Johnson, M. W., Christensen, C. M., & Kagermann, H. (2022). Reinventing your business model: Strategic alignment and innovation. Harvard Business Review, 100(4), 82-91.
[35] Hamel, G., & Prahalad, C. K. (1994). Competing for the Future. Harvard Business Review Press.
[36] Smith, R., & Gregor, M. (2023). Bridging the gap: Strategic alignment and innovation performance in turbulent markets. Journal of Business Strategy, 44(3), 78-92.
[37] Balogun, J., Hailey, V. H., & Rouleau, L. (2020). Innovating strategy through alignment: The key to sustainable competitive advantage. Strategic Management Journal, 41(9), 1547-1565.
[38] Bass, B. M. (1985). Leadership and Performance Beyond Expectations. Free Press.
[39] Novitasari, D., & Sasono, E. (2021). The role of leadership in innovation capability among university lecturers. Jurnal Ilmiah Manajemen Fakultas Ekonomi.
[40] Lei, H., & Lei, D. (2020). Transformational leadership and radical innovation for sustainability: mediating role of knowledge management capability and moderating role of competitive intensity. Emerald Insight.
[41] Nguyen, D., Shen, J., & Le, T. (2021). The role of transformational leadership in enhancing knowledge sharing capability for innovation. ResearchGate.
[42] Schein, E. H. (2010). Organizational Culture and Leadership (4th ed.). Jossey-Bass.
[43] Dyer, J. H., Gregersen, H. B., & Christensen, C. M. (2021). The innovator's DNA: Mastering the five skills of disruptive innovators. Harvard Business Review Press.
[44] Kanter, R. M. (2020). Leading change: Why transformation efforts fail. Harvard Business Review, 98(3), 59-67.
[45] Cameron, K. S., & Quinn, R. E. (2019). Diagnosing and changing organizational culture: Based on the competing values framework. John Wiley & Sons.
[46] Porter, M. E. (1990). The Competitive Advantage of Nations. Free Press.
[47] McKinsey (2023). The Importance of R&D Investment for Competitive Advantage. McKinsey Insights.
[48] MDPI (2022). The Role of R&D in Innovation and Competitive Advantage. MDPI Journal of Innovation and Knowledge.
[49] WIPO (2024). Global Innovation Index 2024.
[50] Hobday, M., Bessant, J., & Rush, H. (2022). Innovation management in complex systems: Managing innovation for competitive advantage. Technovation, 110(1), 101-115.
[51] Pisano, G. P. (2019). Creative Construction: The DNA of Sustained Innovation. Harvard Business Review Press.
[52] Kotler, P., & Keller, K. L. (2021). Marketing Management (16th ed.). Pearson.
[53] Lev, B. (2021). Intangibles: Measurement, Strategy, and Management (2nd ed.). Brookings Institution Press.
[54] Christensen, C. M. (2021). The Innovator's Dilemma: The Revolutionary Book That Will Change the Way You Do Business (Updated ed.). HarperBusiness.
[55] Barreto, I. (2023). Dynamic Capabilities and Organizational Flexibility: A Contemporary Perspective. Strategic Management Journal, 44(1), 88-102.
[56] Eisenhardt, K. M., & Martin, J. A. (2020). Dynamic Capabilities: What Are They? Strategic Management Journal, 21(10-11), 1105-1121.
[57] Porter, M. E. (2020). Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competitors (Updated ed.). Free Press.
[58] Teece, D. J. (2016). Dynamic capabilities and entrepreneurial management in large organizations. European Economic Review, 86, 202-216.
[59] Project Management Institute (PMI). (2021). Pulse of the Profession: 2021. PMI.
[60] Cooper, R. G. (2020). Winning at New Products: Creating Value Through Innovation (5th ed.). Basic Books.
[61] Dinsmore, P. C., & Cooke-Davies, T. (2020). The Right Projects Done Right. Project Management Institute.
[62] Shenhar, A. J., & Dvir, D. (2021). Revisiting the project success factor model. International Journal of Project Management, 39(3), 233-244.
[63] Bontis, N. (2021). The Role of Human Capital in Knowledge Creation and Innovation. Journal of Knowledge Management, 25(4), 811-826.
[64] Cohen, W. M., Nelson, R. R., & Walsh, J. P. (2020). Links and impacts: The influence of public research on industrial R&D. Research Policy, 49(9), 104037.
[65] Blind, K., Edler, J., & Schmoch, U. (2021). The economic impacts of standardization. Technological Forecasting and Social Change, 162, 120396.
[66] Teece, D. J. (2018). Dynamic capabilities as (better) firm theory: Revitalizing the role of dynamic capabilities in firm performance. Strategic Management Journal, 39(1), 214-229.
[67] Lee, S. M., Wong, K. Y., & Kim, J. (2022). Impact of organizational culture on innovation and performance. International Journal of Production Economics, 247, 108412.
[68] Eisenhardt, K. M., & Santos, F. (2021). Dynamic capabilities: Understanding the mechanisms. Strategic Management Journal, 42(1), 5-11.
[69] Edmondson, A. (2019). The Fearless Organization: Creating Psychological Safety in the Workplace for Learning, Innovation, and Growth. Wiley.
[70] Johnson, M. W., Christensen, C. M., & Kagermann, H. (2020). Reinvent Your Business Model: How to Seize the White Space for Transformative Growth. Harvard Business Review Press.
[71] Westerman, G., Bonnet, D., & McAfee, A. (2014). Leading Digital: Turning Technology into Business Transformation. Harvard Business Review Press.
[72] Riege, A. (2020). Knowledge Management: The Benefits of Technology and Collaboration. Journal of Knowledge Management, 24(7), 1471-1490.
[73] Mahmood, A. & Sarwar, M. (2022). The Dimensions of Transformational Leadership and Its Organizational Effects. Frontiers in Psychology, 13
[74] Tyskbo, D. (2021). Constructing a digital feedback infrastructure: HR analytics and the rearticulation of feedback purpose and practice. Human Resource Management Journal, 31(1), 155-168.
[75] Pham, N. T., Phan, Q. P. T., Tučková, Z., Vo, N., & Nguyen, L. H. T. (2021). Enhancing the organizational citizenship behavior for the environment: The roles of green training and transformational leadership. International Journal of Manpower, 42(5), 946-963.
[76] Wang, H., & Zhou, X. (2022). Distributed leadership and innovation in organizations: A meta-analytic review. Journal of Business Research, 145, 183-196.
[77] Randel, A. E., & Galvin, B. M. (2022). Inclusive leadership and team dynamics in diverse organizations. Journal of Organizational Behavior, 43(1), 84-99.
[78] Nishii, L. H. (2020). The benefits of inclusive climates for team innovation and outcomes. Organizational Behavior and Human Decision Processes, 160, 26-38.
[79] Ragins, B. R., & Verbos, A. K. (2019). Positive relationships and mentor satisfaction: The role of mentor identity in shaping diversity and inclusion outcomes. Journal of Business and Psychology, 34(2), 123-142.
[80] Ranjan, J. (2023). Agile Management Practices for Innovative Organizations. Society and Economy.
[81] Foss, N. J., & Linden, K. (2022). Decentralization and Innovation: The Impact of Organizational Structures on Business Agility. Journal of Business Research.
[82] Cummings, T. G., & Worley, C. G. (2020). Organization Development and Change.
[83] Bloom, N., Liang, J., Roberts, J., & Ying, Z. (2023). Hybrid work is a “win-win-win” for companies, workers, study finds. Nature.
[84] Sharma, N., & Rani, S. (2022). Transformational Leadership for Organizational Change and Innovation: Fostering Employee Participation and Reducing Resistance. Journal of Business Research, 139, 684-692.
[85] Teece, D. J., Pisano, G., & Shuen, A. (1997). Dynamic Capabilities and Strategic Management. Strategic Management Journal, 18(7), 509-533.
[86] Nguyen, H., & Lee, Y. (2020). Employee Training, Technological Upgrading, and Organizational Adaptability in Uncertain Markets. Technology Innovation Management Review, 10(7), 45-58.
[87] Schein, E. H., & Schein, P. (2021). Organizational Culture and Leadership (6th ed.). Wiley.
[88] Martin, K., & Goh P. (2021). Technology Adaptation and Customer Loyalty: A Pathway for Retention. International Journal of Technology Management, 85(3), 276-295.
[89] Aaker, D. A. (2020). Strategic Market Management. Wiley.
[90] Tynan, C., & McKechnie, S. (2020). The Importance of Continuous Market Research for Innovation. Journal of Business Research, 110, 223-234.
[91] Brynjolfsson, E., & McAfee, A. (2021). The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brilliant Technologies.
[92] Sharma, R., & Gupta, S. (2020). Role of big data analytics in improving decision making. International Journal of Business Analytics, 7(3), 1-20.
[93] Ghemawat, P., & Nueno, J. L. (2006). Zara: Fast Fashion. Harvard Business Review.
[94] Asad, M. M., & Abid, M. (2023). Big Data and Its Role in Market Research: A Review. International Journal of Information Management, 63, 102454.
[95] Fahimnia, A., & Kahrizi, S. (2021). Customer Feedback and Its Role in Service Improvement: A Digital Perspective. International Journal of Quality and Service Sciences, 13(4), 519-534.
[96] Kumar, V., & Reinartz, W. (2021). Creating Enduring Customer Value. Harvard Business Review, 99(4), 56-65.
[97] Forrester. (2019). The Customer Experience Index 2019: A Study of Customer Experience Across Industries. Forrester.
[98] Mangram, M. E. (2012). The globalization of Tesla Motors: A strategic marketing plan analysis. Journal of Strategic Marketing, 20(6), 489-504.
[99] Liu, X., & Wang, S. (2023). Customer Feedback and Innovation: Exploring the Impact of User Participation on Product Development. Journal of Product Innovation Management, 40(1), 22-39.
[100] Chesbrough H. (2006). Open Business Models: How to Thrive in the New Innovation Landscape. Harvard Business Review Press.
[101] Deloitte (2021). Alignment and edge innovation for the future
[102] Gerstner, L. (2002). Who Says Elephants Can't Dance? Inside IBM's Historic Turnaround. HarperBusiness.
[103] Kumar, V., Rahman, Z., & Kazmi, A. A. (2013). Customer Experience Management: A Review and Research Agenda. Journal of Business Research, 66(9), 1229-1236.
[104] Sharma, V., & Dash, S. (2023). Dynamic Capabilities and AI Adoption in Technology-Driven Firms: The Case of IBM’s Strategic Initiatives in Cloud and Artificial Intelligence. Journal of Business Research, 156, 301-315.
[105] Huston, L., & Sakkab, N. (2006). Connect and develop: Inside Procter & Gamble's new model for innovation. Harvard Business Review, 84(3), 58-66.
[106] Henard, D. H., & Zinkan, G. (2023). Procter & Gamble's Approach to Market Research and Consumer Insight Systems: Adapting to Changing Consumer Preferences. Journal of Marketing, 87(2), 45-67.
[107] Denning, S. (2022). Innovation and Organizational Culture: The Case of Procter & Gamble's Tolerance for Failure. Journal of Organizational Change Management, 35(1), 1-18.
[108] Isaacson, W. (2011). Steve Jobs. Simon & Schuster.
[109] Kahn, B. E. (2017). The Role of Creativity in Marketing Strategy: The Case of Apple Inc. Journal of Marketing Theory and Practice, 25(3), 285-302.
[110] Morrison, A. (2018). Apple Inc.: A History of Innovation. International Journal of Business and Management, 13(4), 67-78.
[111] Gomez-Uranga, A. (2015). Netflix: The Content Wars. International Journal of Business Management and Economic Research, 6(4), 171-178.
[112] Hastings, R., & Meyer, E. (2020). No Rules Rules: Netflix and the Culture of Reinvention. Penguin Press.
[113] Elberse, A. (2013). How Netflix Uses Analytics to Select Movies, Create Content, and Make Marketing Decisions. Harvard Business Review.
[114] Womack, J. P., Jones, D. T., & Roos, D. (1990). The Machine That Changed the World: The Story of Lean Production. Rawson Associates.
[115] Liker, J. K. (2004). The Toyota Way: 14 Management Principles from the World's Greatest Manufacturer. McGraw-Hill.
[116] Jones, P., & Jones, S. (2021). Hybrid Technology Development at Toyota: Sustainability-Driven Innovation. Journal of Cleaner Production, 312, 127-142.
[117] Nadella, S. (2017). Hit Refresh: The Quest to Rediscover Microsoft’s Soul and Imagine a Better Future for Everyone. HarperBusiness.
[118] Meyer, C. (2016). The Future of Microsoft: Satya Nadella's Strategy. Harvard Business Review.
[119] Microsoft. (2016). Microsoft Announces Acquisition of LinkedIn.
[120] Miller, J. (2015). General Electric: The Future of the Industrial Internet. Harvard Business Review.
[121] Furr, N., & Shipilov, A. (2022). Learning and Innovation in Large Organizations: The Case of GE’s Continuous Learning Culture. Strategic Management Journal, 43(5), 897-912.
[122] GE. (2018). GE Digital: Transforming Industries Through Software and Data. GE Digital.
[123] Morrison, R. (2023). Streamlining Operations: The Impact of Reducing Bureaucracy on Organizational Efficiency. Journal of Business Strategy, 44(2), 145-159.
[124] IBM. (2020). IBM Global Skills Initiative
[125] Khan, M. A., & Ali, W. (2022). Balancing Intangible Assets and Liabilities: A Pathway to Enhanced Corporate Profitability. Strategic Management Journal, 43(3), 529-550.
[126] McKinsey (2020). The COVID-19 Recovery Will Be Digital: A Plan for the Next Normal.
[127] Lemon, K. N., & Verhoef, P. C. (2023). Understanding Customer Experience Throughout the Customer Journey. Journal of Marketing, 87(1), 69-93.
[128] Füller, J. (2010). Reflections on Customer Co-Creation: The Case of My Starbucks Idea. Journal of Business Strategy, 31(2), 14-21.
[129] PwC. (2017). The Future of Corporate Reporting: A Vision of the Future.
[130] Ali A. (2020). The Soaring Value of Intangible Assets in the S&P 500. Visual Capitalist.
[131] Dumay, J., & Garanina, T. (2021). The impact of accounting for intangibles on corporate governance: An exploratory study. Journal of Intellectual Capital, 22(4), 553-570
[132] Marr, B. (2012). Managing and Measuring Intellectual Capital: The Essentials. Butterworth-Heinemann.
[133] Sweeney, R. (2020). "Intangible assets: A missed opportunity for many firms." Business Horizons, 63(4), 487-495.
[134] Arthur D. Little. (2023). From Good to Great: Enhancing Innovation Performance Through Effective Management Processes.
[135] Kahn, K. B., & Matusik, S. F. (2020). Innovation Management: A Comprehensive Framework.
Published on 02/03/25
Submitted on 05/11/24
Volume El sistema de ciència i innovació i el repte de la transformació digital, 2025
Licence: CC BY-NC-SA license